miércoles, 20 de noviembre de 2019

Vulcanismo

Chinyero y Teide

La isla se formó a partir de tres zonas volcánicas que se corresponden con las tres puntas, la del sur o de Adeje, la de Teno y la de Anaga, de entre 3 y 8 millones de edad. Entre ellas se fueron abriendo brechas por las que fluía el magma basáltico que llenaron el terreno intermedio dando forma a la isla actual, y mucho más tarde y justo en el centro de las tres puntas surgió una nueva actividad volcánica en tres emergencias sucesivas, la última hace 180.000 años dando lugar al actual cono del Teide. La zona del Teide visto en perspectiva parece al caparazón de una tortuga, que se corresponde con las cañadas, donde destacan dos picos más viejos y con calderas mas anchas, el del Pico Viejo (3.135 m, 800 m la caldera) y la de la Montaña Blanca (2.750 m) anteriores al Teide actual y donde ha habido actividad reciente entre 1704 y 1909. La profundidad abisal sobre la que se asientan las islas supera los 3000 metros por lo que la altura real del Teide (3.718 m) está en torno a los 7500 metros. El archipiélago está lejos de la fractura de placas más cercana. 

Un punto caliente de magma, de difícil comprensión, explicaría la actividad que dio origen a las islas, un suceso parecido al que actualmente se produce en Hawaii. 'El Hot point', en la terminología de los vulcanologos está quieto, más o menos fijo, es la corteza sobre la que está el archipiélago la que se mueve. La isla por su formación reciente es un magnífico lugar para los especialistas. Se ven a simple vista las formaciones fruto de su actividad: los diques o murallas que eran las chimeneas por donde subía el magma, que se formaron cuando el material se enfrió están a la vista, o los conos caídos por entero, ahora calderas, o semicaidos presentando media cara, las dunas negras formadas por el viento que arrastra las cenizas o los mismos ríos de lava enfriada. El proceso de hundimiento del material, subsumido cuando una placa se hunde bajo otra, y su posterior expulsión a la superficie se parece mucho al ciclo del agua que cae como lluvia y luego es absorbido hacia un estado gaseoso en las nubes y luego líquido otra vez. La gravitación hace su trabajo, como la Luna achatando y abombando la corteza atrayendo al magma.

Un par de miradores entre Santiago del Teide y Masca muestran en el paisaje la huella viva de vulcanismo. Las murallas horizontales y verticales, acantilados desnudos en el lado norte, que se han fijado tras los sucesivos levantamientos y derrumbes, los organos o tubos formados por el enfriamiento por arriba (aire) o por abajo (agua del océano), los medios conos como la punta que se yergue entre el caserío de Masca y la uve entre dos paredes por la que su cuela el océano y un pedazo de la Gomera que se entrevé en el horizonte al sur, los ríos de lava solidificada y al fondo, apareciendo y ocultándose entre las nubes el majestuoso Teide, justo detrás del cono del Chinyero. Desde el mirador desde donde me tomo el café de la tarde, un sitio realmente singular, espectacular mejor, veo todo eso, y hasta la negra lava plegada como fuelle de acordeón, una ventana geológica al pasado, en varios trechos de las paredes que cierran este estrecho valle de Masca. En las paredes que caen sobre el mar han encontrado refugio los lagartos moteados, especie endémica de Tenerife en peligro de extinción, perseguidos por los gatos y por su escaso número.

Una clase gratuita de vulcanismo que me brinda Xose, un gallego asentado en el centro de Santiago del Teide. Cuando ya salía de ver el breve vídeo y la pequeña exposición en torno al último volcán activado en España, el Chinyero, en 1909, me ha hecho sentar en su despacho y durante más de una hora me ha explicado con todo detalle, con fotos en su ordenador, mapas y diagramas cómo funciona un volcán y cómo se formó esta isla. También me ha recomendado un lugar cercano de comida canaria, el Abreu, a diez minutos de Santiago.

100 años del volcán.

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