1. Veo para ponerme a tono El profesor (Detachement), con Adrien Brody de protagonista. Una manera extrema de ver la adolescencia y la enseñanza. Cuando se comenta el malestar de la enseñanza se recurre a casos extremos, a situaciones desesperadas. Todo eso existe, pero son casos particulares. No todos los alumnos son así, ni todos los profesores. Los guionistas de esta peli cargan las tintas: un puñado de adolescentes problemáticos, hasta el abandono total en la calle y la prostitución, hasta el suicidio, y otro puñado de profesores en la edad madura con vidas extraviadas o muy infelices, matrimonios vacíos, hombres y mujeres solitarios. En el aula sale todo eso, con violencia, con desesperación. Pero si todo es tan negativo es para que el oro reluzca. El protagonista también tiene una vida personal muy difícil, pero aún así es capaz de ponerse en el lugar del otro y dar la mano a quien está peor para sacarle del arroyo. Comprende a los adolescentes, conecta sentimentalmente con ellos, hasta lleva a una chica a su casa para darle cobijo. Un santo.
La peli lo
cuenta, a tono con el guión, con una cámara que se retuerce y un foco que
distorsiona. Aunque presenta a los personajes desde enfoques psicologistas,
creo que no es necesario presentar esos insertos y flash backs como pesadillas
que los torturan. En la narración clara y sencilla, creo, que está la belleza y
también el mejor modo de expresión y explicación de la realidad.
Un profesor así interpela al resto de los profesores. ¿Qué estoy haciendo mal? Por
supuesto que la enseñanza esta mal, el método y el ánimo de los adolescentes y
profesores, aquí y allí, al otro lado del océano. La situación no es, sin embargo, desesperada, como pudiera parecer siguiendo a este tipo de películas, los problemas existen y, en general, se van encontrando soluciones, parciales, temporales, mientras los adolescentes están e el aula. El aula es reflejo de la sociedad, vive con ella, cae y se
levanta con ella. Nada es duradero.
2. Esta carta en El País. “En su mensaje previo a la Diada , el presidente de la Generalitat comparaba
su lucha política a la de Luther King. Me impresionó. No hace tanto, en un
debate electoral televisado interrumpió a otro candidato que hablaba en
castellano para decirle: “Miren si este país es tolerante que ustedes vienen
aquí, hablan en castellano en la televisión nacional de Cataluña y no pasa
nada”. En aquel día, Mas parecía estar dirigiéndose al servicio, a los de abajo,
que, como casi siempre, son los más.
Mientras el 31,6% de los catalanes tiene como lengua materna
el catalán, el castellano es la lengua materna del 55% de los catalanes, sobre
todo de los que pertenecen a las clases trabajadoras. Los políticos son otra
cosa: una investigación de hace unos pocos años mostraba que, entre los
parlamentarios, solo un 7% reconoce el castellano como su “identidad lingüística”.
Por lo que se ve, Mas no parece tener muy claro en qué consistió la lucha de
los derechos civiles. No me sorprende, lo que sí me inquieta es que tampoco
parece tenerlo la izquierda catalana, cuyos candidatos asistieron como testigos
mudos a aquel monumental acto de desprecio, muy propio de quienes se creen los
propietarios de la vida pública”.— Félix Ovejero.
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