Si el transhumanismo no sólo es una creencia sino un
proyecto científico lleno de posibilidades se debe a tres hombres.
Aubrey de Grey ha puesto su esperanza en las células
y la biología, en especial en las células madre y en los trabajos de los
laboratorios para prolongar la vida de los ratones. Por ejemplo, la doctora María
Blasco, en el CNIO, Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, ha
conseguido que sus ratones vivan un 30% más que sus hermanos normales. Si se
consigue alterar el programa celular de reproducción limitada –entre cuarenta y
sesenta veces-, llamado “límite de Hayflick”, inyectando en la célula la enzima
de la telomerasa esta podría reiniciar una y otra vez la cuenta de la división
celular, prolongando, por tanto, la vida hasta hacerla teóricamente inmortal.
Ray Kurzweil se decanta, para combatir el
envejecimiento, por el lado de la inteligencia artificial. Cree que antes de
que acabe este siglo veremos máquinas más capaces que el ser humano. Lo que
espera es la fusión de nuestro pensamiento biológico con la tecnología. Lo que
hemos visto en películas de ciencia ficción está próximo. Por ejemplo, se podrá
descargar nuestra conciencia humana en el cerebro de un robot. Esa sería una
forma de prolongar la vida. No sólo se preservará la inteligencia sino que se
multiplicará la creatividad. Mientras ese momento llega, Ray Kurzweil se prepara
para resistir tomando unas 200 pastillas diarias.
El tercero es Nick Bostrom, fundador de la World
Transhumanist Association cuyo objetivo es promover
tecnologías que permitan “mejores mentes, mejores cuerpos y mejores vidas”. Segón
Bostrom si las ideas que promueve el transhumanismo parecen fantásticas y poco
realistas es porque como en el caso de otros animales “tenemos restricciones
biológicas sobre el tipo de pensamientos que podemos concebir y las vidas que
podemos llevar”. La tecnología nos permitirá no sólo cambiar el mundo, también
la biología humana. Bostrom, en lugar de revolución prefiere hablar de cambios
debidos a mejoras continuas en las terapias. Por ejemplo, Claudia Castillo vive
en Barcelona gracias a un trasplante de tráquea realizado en 2008 a la que se “sembró”
con células madre de la paciente y cultivadas en la universidad de Bristol. Y
como ese caso hay muchos otros. Además de las enormes posibilidades de las células madre, computación
electrónica, nuevos materiales para sustituir órganos dañados, prótesis de todo
tipo, manipulación genética gracias a la secuenciación del genoma para
subsanar defectos genéticos o potenciar las capacidades, el amanecer de un
mundo nuevo. De todo ello habla Mark Stevenson en Un viaje optimista por el
futuro.
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