martes, 2 de diciembre de 2008

¿Qué hacer?

¿Quiénes fueron los responsables de que no se hiciera nada?, pregunta Jurgen Habermas en una reciente entrevista, comentada por Soledad Gallego-Díaz. Las élites políticas sabían lo que estaba pasando, pero consideraron que la especulación salvaje era útil para sus propósitos.
Lo más escandaloso es la terrible injusticia social que va a sufrir la mayoría de los grupos sociales más vulnerables, sobre cuyas espaldas recaerá el coste del fracaso del mercado. Van a pagar en su existencia diaria. Por eso es tan desagradable ver a los mismos políticos que evitaron cuidadosamente aprobar leyes reguladoras que impidieran esa feroz especulación hablar ahora de moral y de ética. No será posible creerles mientras que no pongan en marcha las leyes que hace tanto tiempo debieron impulsar.
Thomas L. Friedman columnista The New York Times comienza su último artículo de este modo:
Cuando entro en algún restaurante, miro hacia las mesas a mi alrededor, que con bastante frecuencia siguen repletas de gente joven, y me invade un incontenible deseo de ir mesa por mesa diciéndoles: "Ya sé que no me conocéis de nada, pero tengo que deciros que no deberíais estar aquí. Deberíais estar ahorrando dinero. Deberíais estar en casa comiendo bocadillos de sardinas. Esta crisis económica va a alargarse durante mucho tiempo. Esto no es más que el fin del principio. En serio, pedid que os pongan ese filete para llevar y marchaos a casa".
 Y Paul Krugman, reciente nobel de economía, también se hace preguntas. ¿Por qué no lo vimos venir?, ¿por que la gente creía que Alan Greenspan tenía un poder mágico?, ¿por qué no regularon?
¿por qué desecharon tantos observadores los signos inequívocos de la burbuja inmobiliaria, a pesar de que aún estaba reciente en nuestra memoria la burbuja de las puntocom de la década de los noventa?
Por fin, Ignacio Sotelo, sube unos cuantos escalones y desde Berlín, con un un aire de melancolía, oteando el pasado y el futuro, concluye: 
Veinte años después del desplome de la Unión Soviética, Estados Unidos se tambalea, arrastrando consigo el último resto del mundo bilateral que surgió de la gran crisis de los 30. De la actual saldrá una nueva relación de fuerzas, por lo pronto multilateral, con una mayor presencia de Asia, y sobre todo, nuevas teorías sociales y económicas que respondan mejor al mundo que está emergiendo. Mientras tanto, sin saber cómo capear el temporal, nuestros políticos se han quedado sin discurso, dispuestos incluso a recuperar un keynesianismo imposible en un mundo globalizado, conscientes de que en coyunturas que nadie puede ya prever, perderán el poder, o lo obtendrán, según lo señale la rueda de la fortuna.
Estamos viendo las consecuencias, en España (y en el mundo entero):
El paro marca su cota más alta en 12 años y roza los 3 millones al subir en 171.243 parados en noviembre.

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