Idi Amin Dada
Que yo sepa existen dos películas sobre Idi Amin Dada, el dictador ugandés. Las dos son incompletas, si se toman cada una por su lado. La primera es un documental de Barbet Schroeder, de 1974. La segunda es la reciente El último rey de Escocia, dirigido por Kevin Macdonald e interpretada por Forest Whitaker, actuación que le ha valido el oscar. Sin embargo las dos se complementan. Idin Amin era el típico dictador de país tercermundista que con su aparente ingenuidad y fraseología izquierdista seduce a Occidente, al menos a los periodistas que le siguen hasta conseguir una exclusiva o captar una anécdota que provoque la sonrisa o la sorpresa. Ese es el personaje del documental de 1974. El personaje que, consciente de sus dotes histriónicas, dirige a la cámara hacia una competición en una piscina dónde él resulta ganador, hacia un safari, de visita a un poblado donde mezclado con la población canta y baila o a un consejo de gobierno donde con un discurso inconexo y banal entretiene a sus aburridos y temerosos ministros. Siempre atento al foco, sonriente, con un guiño continuo. Barbet Schroeder reduce la crítica a una somera introducción donde apenas toca su brutalidad. La cámara legitima al bruto, al hacerlo objeto de tanta atención; seducida, termina por rendirse ante él. En El último rey de Escocia sucede justo lo contrario, aparece el individuo que viniendo de una familia humilde, cosa que proclamaba siempre que tenía ocasión, llega a la cima de un estado y se comporta como el dictador brutal que es, capaz de humillar y torturar a sus mujeres y a sus ministros, cambiar de bando, apoyando ahora a los israelíes y luego a los árabes, expulsar a la colonia india, porque ha tenido un sueño, de la que depende el 80% de la economía del país y acabar con 300.000 de sus compatriotas sin apenas mover una pestaña. Sin embargo en la actuación de Forest Whitaker falta la espontaneidad, la ingenuidad del bruto, no se muestra con claridad lo que atrae o seduce a los mass media occidentales. Otra ocasión perdida para reflexionar sobre por qué sigue repitiéndose con otros personajes, cada uno con sus
características propias, como Castro o Chávez. Es evidente que Kevin Macdonald tiene en cuenta el documental anterior, recupera algunas escenas, la de la piscina, por ejemplo, y especialmente esa imagen de un Idi Amin Dada ido o gagá con la que cierra su película. Macdonald combina, y altera, datos reales, el médico escocés de Amin y el repudio y caída en desgracia de una de sus mujeres, para construir una especie de thriller, combinando realidad y ficción y buscando la comercialidad. Y como suele suceder en estos casos, ni es documental, el premiado Forest Whitaker no es capaz de atrapar la llaneza y simplicidad del bruto, aunque la suya sea una gran composición, pero una actuación demasiado elaborada, ni es un thriller de los que cortan el hipo. Digamos que es una película entretenida, pero uno esperaba más.
Me gustaría saber cómo se llama la peli que circulaba en los años 80 sobre Idi Amin Dada. En la peli se incluye un trozo sobre el rescate de los reenes de un avión Israeli secuestrado por unos terroristas.
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