Si uno se fía de los críticos, incluso de aquellos en
los que uno confía, El eternauta es una buena serie, es decir, sale a
cuenta pararte delante de la tele durante las 6 horas que duran sus seis
capítulos. Pues no.
La serie, argentina, está basada en un cómic de los años 50. Algunos la comparan con la americana The last of us. La diferencia de presupuesto jugaría favor de la argentina: con lo que los americanos han invertido en un solo episodio los argentinos han tenido para toda la temporada. Ese sería su valor. Pero si de una serie se requeriría una fastuosa producción, esa sería El eternauta. La serie comienza con una copiosa nevada y un apagón debido a algo así como la desconexión del eje electromagnético de la tierra. Alguien dice que los copos son tóxicos, partículas radiactivas que provocan la muerte instantánea, como consecuencia. La gente se recluye en sus casas a la espera de lo que pueda ocurrir: aunque han de salir en busca de comida y también de familiares desaparecidos.
Las
comunicaciones no funcionan, pero los vehículos antiguos sí (muchas otras cosas
nunca se explican). Más tarde en el capítulo cuarto - como si el guion fuese improvisando-,
aparecen unos bichos, enormes cucarachas, que estarían relacionados con una
invasión extraterrestre. Y en el último capítulo descubrimos que los
extraterrestres manipulan la mente de los supervivientes para convertirlos en
zombies. Los copos del principio,
entonces, serían un arma biológica para eliminar a los humanos. En la ficción
todo es posible, pero debería haber alguna lógica. La serie, la temporada o lo
que sea acaba sin ninguna explicación razonable, a la espera de que el
espectador atrapado ansíe su reanudación.
El guion, dentro de la moda del catastrofismo
apocalíptico, no se desenvuelve con lógica científica, sino como la fantasía de
un cómic. Esa sería la excusa. Los actores, incluso Ricardo Darín, ponen el
careto sin más. No es que sea una serie aburrida, sino infantil.
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