martes, 31 de agosto de 2021

Annette

 



Si alguien me preguntase después de haber visto esta película de qué iba me vería en un aprieto, no porque no se pueda resumir el argumento pues es muy sencillo: es la historia de un comediante desquiciado (Adam Driver) que se dedica a hacer reír y la de una cantante de ópera (Marion Cotillard) que triunfa, se casan y tienen una hija, Annette, Annette nace con un don, siendo aún una bebé, canta como los ángeles y como tal triunfa por todos los países donde va, antes su mamá ha muerto en las manos torpes y celosas de su papá, que antes ya había sido acusado en un caso de #MeToo, Annette tomará venganza, y ya está, sino porque la película no es eso, el resumen que acabo de hacer sirve de poco. Leox Crax lo cuenta de la forma más escueta, sin gran complejidad, a no ser que asociamos al padre celoso con la denuncia del machismo. Aunque yo no le diría eso al amigo que me lo preguntase. Solo le diría, es un musical, compra la entrada, siéntate, olvídate de todo y déjate llevar.


A los musicales no hay que exigirles trama. Como sucede con la ópera, no es necesario entender sino dejarse embargar por la emoción. Son extremadamente sofisticados. Como en la ópera, un conjunto de oficios y artificios en comandita se empeñan en crear una atmósfera, una obra total, en la que si quieres disfrutar has de sumergirte sin preguntar: la música y la danza, las voces y la actuación, el vestuario y el diseño de la escena. Tanto en una como en otro el resultado suele ser aparentemente infantil: nos devuelve la imaginación que perdimos en la infancia. No apelan a tu capacidad analítica sino a tus emociones. De hecho, yo diría que Annette es un cuento, y que para disfrutarlo hay que entrar en ese juego. En la pantalla reaparece el mundo mágico que se abría cuando nuestro padre o nuestra madre, junto a la cama, nos contaban un cuento, justo antes de que el sueño nos venciese. Los cuentos no se los cuentan los adultos, los dejan para los niños. Por eso puede entenderse como un reto lo que Leox Carax hace en esta película. Si la analizásemos en detalle escena a escena personaje a personaje (el bebé marioneta ventrílocuo, por ejemplo) es posible que en algún momento dijésemos, qué ridículo o qué kitsch. Si vas a ella como un cinéfilo resabiado es posible que no la disfrutes, o puede que sí si vas captando la multitud de referencias que Leox Carax va soltando, pues más allá del cuento el director juega con la memoria del espectador, con la biblioteca de imágenes que cada uno ha ido acumulando en su vida cinéfila (y hasta televisiva). Algunos la disfrutarán, otros no.



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