jueves, 14 de octubre de 2021

Harén: delicia de los hombres, infierno de las mujeres

 


Cuando suena en nosotros la palabra harén, nos envuelve una nube de dulces perfumes, telas holgadas y coloristas, velos que ocultan y desvelan, seductoras imágenes de bailarinas orientales dispuestas para el placer, no muy diferente de las huríes que esperan al creyente en el paraíso islámico. Pero qué son unas y otras en la mentalidad de un oriental sino algo así como una pocilga en la que esperan los cerdos para la matanza y el banquete para saciar el hambre; las mujeres seleccionadas por su juventud y belleza esperan en reductos acondicionados a que se las escoja para una urgencia libidinosa, para saciar al hombre. La brutalidad de la cultura islámica se puede medir de muchas maneras, una que hoy nos repugna especialmente es la del harén.


En los países islámicos las mujeres son meros objetos que se compran y se venden por medio de dotes. Los hombres pagan una auténtica fortuna para poder casarse con ellas y a continuación recluirlas en el hogar criando a sus hijos. “Así como una vaca no elige el agua que bebe la mujer no elige a su marido”. "Una niña es un saco de nueces: se la puede comprar y vender", se decía en el valle de Fergana. En comunidades chiíes un mulá puede decidir que los maridos chiíes castiguen a sus esposas sin comida si estás les niegan el tamkee, el derecho a la satisfacción sexual. Pakistán es el epicentro mundial de los asesinatos por honor. La gran mayoría de las mujeres permanece vigilada y recluida.


Aunque la analogía más correcta no sería con la pocilga sino con el redil donde espera el cordero que ha de ser sacrificado el día de la fiesta que pone fin al ramadán. La idea de la reducción de la mujer para el disfrute recorre la imaginación islámica desde el sultán más poderoso hasta el campesino más alejado de palacio que espera tener lo suficiente para mantener a dos, tres o cuatro mujeres, listas para su necesidad, su atención y placer (hasta se le permite golpearlas). Una analogía, la de la mujer con el cordero, que a día de hoy no ha sido emasculada de la ensoñación del musulmán. Corderos y mujeres en plural siguen formando parte de su idea de dignidad honradez y felicidad como hombres sobre la tierra. El buen musulmán no alcanza un estatus honorable en su sociedad si no puede sacrificar un cordero y mostrar su capacidad de mantener a dos o más mujeres y parentela. Los hijos quedan al cuidado de sus madres mientras son niños, el hombre los espera tras haber completado algún paso de masculinización (bismillah, primer ayuno, la circuncisión en algunos países), para pasar a ser adultos.


El mes pasado, una joven fue a un parque en el área metropolitana deLahore para grabar un video para TikTok, en el Día de la Independencia. Un atrevimiento que incitó a la violencia masculina. Una multitud enojada de 400 hombres la mutilaron, manosearon, abofetearon, desnudaron y se la pasaron entre ellos .


No es extraña la admiración de los movimientos populistas de izquierda, de inspiración comunista, hacia el mundo islámico. “A partir de los 18 años de edad, toda muchacha queda declarada de propiedad estatal”, mandaba un decreto del soviet de las ciudades de Vladimir y Saratov. Desde la ejemplaridad de los líderes machotes a cuyo alcance se ponían las mujeres formando un círculo de disponibilidad alrededor (así ha ocurrido con sus grandes líderes desde Mao a Castro, llegando aquí al caso de un líder reciente) hasta el puritanismo homófobo (presidentes de México y Perú) y sexual de mujeres comunistas a las que se concede poder para compensar su docilidad.


2 comentarios:

Juan dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Juan dijo...

Kazajas musulmanas hablan en su nombre sobre su experiencia poligamas ,dos amigas buscan juntas un mismo marido que compartir , están alegres y buscan ellas :
https://youtu.be/AIMbAaueYew