jueves, 10 de julio de 2025

Sarabanda y chacona

 


Qué felicidad, qué rapto no debió sentir Nicola Matteis cuando acabada su composición la interpretó al violín: "Tenía un toque tan dulce que lo hacía hablar como la voz de un hombre y, cuando quería, como un consorte de varios instrumentos, hacía maravillas con una nota", escribió un contemporáneo, un día de noviembre de 1674, o cuando, interpretada por otro, sumido en la pobreza y enfermo, doblado el siglo, oía en la calle lo que llegaba de uno de los salones de la naciente burguesía que ya no frecuentaba, olvidados ya los elogios que le habían dedicado a este napolitano que "había viajado por Alemania a pie con su violín bajo un abrigo a la espalda" antes de llegar a Londres para cambiar el gusto inglés hacia la música italiana, 


una emoción tan grande que escuchada hoy, siglos después, nos conecta con su felicidad y su desdicha: "el exceso de placer lo sumió en la miseria, y así se empobreció. Y murió miserable", escribió otro contemporáneo, en onda no extinguida, si prestas la suficiente atención, aislado de la agitación inútil.


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