domingo, 14 de agosto de 2022

El vértigo de pensar

 



Donde todo el mundo piensa igual nadie piensa mucho (Antonio Escohotado)


El vuelco espiritual que promovía el Papa emérito se quedó en nada cuando a la presidencia católica llegó el cura peronista. Lo que no quiere decir que el próximo cónclave surfeando en aquella ola vuelva ampliada a los textos del cardenal Ratzinger y anuncie una nueva espiritualidad. En la evolución cultural nunca nada se pierde, aunque parezca olvidado, en algún momento resurge con fuerza hasta imponerse aunque adoptando formas nuevas. Así el comunismo, que, tras 1989, parecía condenado al moho de los baúles en los desvanes de la historia, resurgió en los socialismos estatales de Latinoamérica y en el movimiento podemita, de modo parecido a como el nacionalcatolicismo muerto en 1975 ha resurgido en Vox, aunque los jóvenes podemitas y voxistas no se dirán herederos de Franco o de Lenin, al menos en voz alta.


Pero lo que me interesa señalar, aparte de los revival periódicos, es el caso psicológico de quienes, en el espectro ideológico, siempre se han movido en la misma franja. Esclavos que no han conocido la libertad de pensamiento, algunos siguiendo una larga fidelidad familiar que aúna tradición y dinero, otros convertidos en la juventud temprana para negar al padre o por algún tipo de iluminación y la mayoría por incapacidad o pereza. Casos que inducen a la compasión, porque, sean de un signo o de otro, no se ha dado en ellos la mayor virtud de nuestra especie, la perplejidad ante las cosas, la interrogación, la experiencia del conocimiento, el afán de saber que hace de cada uno de nosotros un ser particular.


Es verdad que en la resurrección de corrientes de pensamiento olvidadas siempre hay alguna voz que atender, una voz que denuncia los excesos de la corriente dominante y también ideas o comportamientos que se arrojaron por la ventana cuando los viejos libros se arrumbaron en el desván. Cuántas buenas ideas hemos encontrado en los reaccionarios que se opusieron a la Revolución Francesa (De Maistre, Burke). Pero siempre hay una porción no desdeñable de la población que pasa sin transición de una defensa acérrima de los suyos cuando gobiernan, sin exponer la menor crítica, a la rebeldía inducida ante el nuevo poder que sustituye a los suyos, incapaces de ver el mínimo error en estos o alguna buena idea en áquel. Nunca experimentan el vértigo de la libertad de pensar sin ataduras, incapaces de desengancharse de su grupo de referencia. Personalidades que no se diferenciarán del automatismo de los robots que los irán sustituyendo.





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