viernes, 24 de enero de 2020

Incondicional



Apostaste un día, gracias a tu cultura libresca y a tu sensibilidad juvenil, no recuerdas cómo fue, son cosas que no suceden de un día para otro, es un proceso, por los principios de la ilustración, creíste que solo un lado del espectro político, un movimiento, un partido, podía lograrlos, defenderlos, a la adhesión racional sucedió la emocional, un nosotros que fue ganando fuerza contra las injusticias, contra la opresión, y de ahí fuiste deduciendo que si nuestro grupo es quien atiende a los pobres y ofrece en su programa etapas hacia la liberación, de hecho estaba en primera línea contra Franco y enfrente tenía a los empresarios que obstaculizaban cualquier mejora, entonces los del grupo de enfrente eran, son herederos de Franco y enemigos del progreso, y además corruptos, así que fue fácil dar el paso de considerarlos adversarios políticos a tenerlos por enemigos, cualquier cosa que propongan ha de ser, por lógica, reaccionaria, al contrario que nuestras proposiciones que al estar guiadas por el bien nunca puede haber en ellas doblez, mala intención o interés particular

poco a poco la lógica racional de fondo que sustentaba tus creencias fue sustituida por espasmos emocionales, aceptaste en la cartelería que se les presentase como demonios ensotanados que volverían si se les votaba o como los sujetos del mismo mal desatado en los Balcanes, aceptaste la lógica del enemigo, enredado en la política menuda de partido, los cambios de opinión, los pactos extravagantes, las crudas contradicciones de los líderes no te alteraron, diste por bueno que para conseguir el poder, para alcanzar el gran designio, que se fue borrando, sin embargo, diluido en la nebulosa del bien, de contornos cada vez más imprecisos, era necesario tragar algunas cosas amargas, la propia corrupción, el nepotismo de nuestros líderes, sus inconsecuencias, y que lo que antes se tenía por impensable, aliarse con los que habían dado un golpe de estado, a los que señalábamos como etnonacionalistas, o hasta con los herederos de quienes habían matado, incluso con los que habían asesinado a militantes de nuestro propio partido, tuviste que forzar la lógica, admitir razonamientos extraños, como el que sostenía que todos ellos eran partidos legalizados, formaban parte del parlamento y demás cosas que antes, en otro momento, te habrían revuelto las tripas, y por tanto, ahora, era admisible aliarse con ellos, al principio como mera táctica circunstancial para llegar al poder, luego con pactos más serios que exigían concesiones que habíamos prometido no hacer, 

de modo que al final te encontraste que aquel razonamiento que habías hecho al principio de tu vida política, por el que te adherirte a la libertad y la igualdad, siempre con el bien de fondo, ahora se hacía superfluo, contradicho por la práctica política, en realidad como mero servicio a la ambición de una única persona, cuando había otras posibilidades no contempladas para llegar al poder, que no se quisieron explorar, otros pactos y alianzas con los que preservar esos principios, e incluso afianzarlos y extenderlos, pero envuelto en la nebulosa de las emociones, restringida tu capacidad de pensar libremente, alimentado por una densa red de relaciones, de amigos, de compañeros, de afines, que te une a líderes de opinión que admiras, en los que confías, te ves incapaz de liberarte de esos lazos, de recuperar tu autonomía, de experimentar en ti lo que pensaste que era un objetivo necesario, urgente por el que merecía la pena luchar, por el que merecía militar en un partido o al menos darle un apoyo incondicional. Incondicional.


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